donde se abren las puertas del cielo.

Las primeras iglesias que se construyeron en La Palma no datan del siglo XVI sino mucho antes de la propia existencia de Cristo. Las cumbres que contornean la Caldera de Taburiente son testigos mudos de la presencia de los primeros humanos que construyeron, al aire libre, unos amontonamientos de piedras de forma circular con un perímetro, en el mayor de los casos, de lajas hincadas en el suelo y rellenos de rocas y/o lajas de distintos tamaños. Se trata de sencillos recintos sagrados que suponen la primera manifestación arquitectónica religiosa de la isla de La Palma.
Los amontonamientos de piedras se dispersan aislados o agrupados configurando un sistema que rinde culto al Sol en el momento de la llegada del Nuevo Año (solsticio de invierno), justo en el mismo instante en que asoma, al amanecer, por los picos más elevados de las montañas de las cumbres de Garafía, Puntagorda, Tijarafe y Tenerife. Esta tradición ancestral de orientar los templos hacia los solsticios continuó hasta nuestros días. Las iglesias cristianas, no sólo las de la isla de La Palma, orientan su cabecera hacia el Sol naciente del verano y los pies hacia el Sol poniente del invierno.


Los axis mundi del pensamiento awara
(prehistoria de la isla de La Palma, Islas Canarias)

PROYECTO: "Iruene-La Palma"
LÍNEA DE INVESTIGACIÓN: Prehistoria de Posición Astronómica (PREPOAS)

amontonamientos de piedras

los awara buscaron la altura estableciendo un principio ideológico asociado a la topografía

los awara buscaron la altura estableciendo un principio ideológico asociado a la topografía
Amanece desde el amontonamiento de piedras de Cabeceras de Izcagua II, durante el solsticio de invierno, por Roque Chico (Puntagorda). Este es uno de los mejores ejemplos de comunicación con la montaña y el cosmos en una geografía sagrada
"Quienes tratan de interpretar símbolos en sí mismos miran la fuente de luz y dicen:"no veo nada". Pero la fuente de luz está ahí no para que se la mire a ella, sino para que se mire y vea lo que ella ilumina. E igual pasa con el simbolismo" (Dan Sperber).


Había una época que cuantos más yacimientos prehistóricos encontraba, menos entendía la cultura awara. Ahora que hemos abierto la puerta, cuantos más encontramos, más entendemos. Así de sencillo.

14/9/09

¿Cómo marcaron el tiempo los awara?

Asociar la astronomía, entre otras ramas científicas, con los estudios clásicos de la arqueología, nos permitió sistematizar toda una gama de datos hasta obtener resultados mucho más exactos, básicamente por el uso de material de campo y soportes informáticos, realizando cálculos de ciertos fenómenos astronómicos sobre los restos prehispánicos (principalmente lunasticios, solsticios y equinoccios) y las referencias topográficas más destacadas en el terreno.
El hecho de que los mismos fenómenos astronómicos hayan sido contemplados por distintos grupos humanos, nos permite, al comparar estas diferentes miradas, aprender mucho sobre las sociedades que las originaron. Debido a su falta de tecnología y conocimientos científicos, las culturas primitivas confían en el control divino del universo. De este modo, la magia de las pinturas en la edad de las cavernas, expresión de un culto en la penumbra, dio paso a los cultos cósmicos en los que los movimientos de los astros son los que van a marcar las referencias para regularizar y compaginar los ciclos estacionales con el de los animales y las plantas. Entramos, de este modo, en una fusión triple que podemos denominar trilogía preaxial: hombres/naturaleza/cosmos. Es de sentido común aglutinar naturaleza y cosmos para dar carácter a la vida humana, pues en la visión del mundo indígena awara (antiguo habitante de la isla de La Palma) se mueven el cosmos, la naturaleza y el hombre como una unidad que gira alrededor del eje del cielo en el tiempo y el espacio. Esto es el principio básico de una religión cósmica.
Todas las civilizaciones del mundo, desde la más remota prehistoria hasta nuestros días, observaron maravillados el cielo y descubrieron fenómenos cíclicos como el movimiento de los planetas, cometas, la posición de las estrellas y galaxias. Suponían que lo que veían se conectaba directamente con su mundo y la naturaleza en todas sus formas de vida. Este aspecto práctico de la observación celeste se dio en forma paralela con la evolución de conceptos habituales que condujeron a la caracterización específica de deidades con ciertos cuerpos celestes. Miles de años de observación paciente y cuidadosa fueron necesarios para lograr la complejidad de conocimientos que luego fueron plasmados sobre el terreno.
Las distintas culturas han creado muchas maneras de medir el tiempo, valiéndose de tecnología específica. El mejor invento fue sin duda el calendario, utilizado para situarse en el tiempo, con dos variantes: el calendario solar que se computa por el ritmo del Sol, siendo propio de las culturas agrarias y el calendario lunar, regido por el ciclo de la Luna, más propio de los pueblos nómadas o ganaderos.
Los calendarios se inventaron originariamente con criterios más allá de la pura medición temporal, de la cronometría; simbolizaban una concepción totalizadora e instrumental del conocimiento, constituyendo parte esencial de la misma Creación Universal. Calendarios y astronomía forman parte y son expresión de un mismo proceso: el desarrollo histórico de la observación del cielo, el ciclo de las estaciones y la naturaleza; es decir, del cosmos, en el cual el hombre se ve inmerso y del cual se siente partícipe.
Para determinar si un monumento tiene un sentido calendárico-astronómico, tiene que encontrarse un vínculo entre su alineación espacial y el tránsito aparente del Sol, la Luna o las estrellas por la bóveda celeste. Es decir la arquitectura tiene que guardar un orden con el cielo. Las direcciones en el espacio tienen trascendencia universal. Las viejas sabidurías elaboraron calendarios adatados a su forma de ver y entender el tiempo. Se convirtieron en vitales, pues experimentaron el tiempo en el presente eterno, actualizado y renovado cada año.
En la isla de La Palma, los awara demarcaron las regiones del cosmos, procedieron, con los dioses, a establecer el punto de unión de las distintas partes del universo. Su cosmología tiene su máxima expresión a más de 2.100 m de altitud, en la base o perímetro cercano a la gran montaña sagrada: el Roque de Los Muchachos, eje del mundo y corazón referencial más sagrado en la tierra. Amontonamientos de piedras y grabados rupestres fueron los dos elementos usados para sacralizar los lugares elegidos. Para ello, construyeron unos 70 templos a modo de pequeños círculos de piedras en las cumbres que contornean el portentoso cráter de La Caldera de Taburiente, destacando, por encima del resto, dos marcadores del tiempo complementarios -separados 500 m de distancia- basados en los movimientos del Sol y la Luna:
1.- Marcador solar sencillo de Cabeceras de Izcagua donde se puede admirar la llegada de los solsticios de verano e invierno y los equinoccios mediante alineaciones de amontonamientos de piedras con la montaña y el Sol.
2.- Marcador lunisolar complejo de Las Lajitas, formado por 18 amontonamientos de piedras, desde donde se puede apreciar la salida del Sol por la misma cúspide del Roque de Los Muchachos en el solsticio de invierno y el arco que va dibujando, año tras año, la salida de la primera Luna del verano en un ciclo que se repite cada 18 años.
* Artículo publicado en el periódico La Voz de La Palma, 10-24 de septiembre.

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